Sociedad

Te espero en la vereda

Te espero en la vereda

El alcohol, la noche, la juventud descontrolada, el deporte, nada de esto tuvo que ver con el brutal asesinato de Fernando Báez Sosa. Entonces ¿Qué lleva a un grupo de jóvenes a matar a piñas a otro?

“No seas maricón”, “los nenes no lloran”, “tenés que aprender a defenderte”, “le das una piña y no te jode más”, “no llores que no fue para tanto”, y un eterno etcétera. Los varones crecen rodeados de este tipo de frases e imágenes que construyen una masculinidad basada en la fortaleza física y la apatía, con una demostración constante ante los pares.

La antropóloga Rita Segato habla del mandato de masculinidad y afirma que “Está tan comprometida la humanidad del sujeto masculino por su virilidad, que no se ve pudiendo ser persona digna de respeto, si no tiene el atributo de algún tipo de potencia.”, es decir que para ser hombre hay que ser rudo, o por oposición, no ser mujer y todo lo asociado a ello (débil, sensible, emocional).

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con el asesinato de Fernando Báez Sosa? 

El asesinato de Fernando no es un hecho aislado, sino más bien es la lógica de un comportamiento comúnmente masculino que es el de “cagarse a trompadas” en la vía pública. Basta con preguntarnos cuántas veces hemos presenciado este tipo de situaciones o si conocemos personas que, aunque sea, hayan amenazado a otro con hacerlo. 

Seguramente nos encontraremos con que desde el jardín de infantes esta conducta es promovida en niños, para diferenciarlos de los comportamientos asociados a “lo femenino”, y que sean “bien machitos” desde pequeños. La incitación al odio se apoya generalmente en un discurso homofóbico y racista, desde donde se ahoga todo rastro de empatía. 

 

No seas puto

La escandalización surge cuando se llega al extremo de la muerte, pero así como los femicidios son la punta de un iceberg de la violencia machista que culmina en asesinato, la validación masculina a través de la violencia también tiene su entramado social naturalizado desde la más tierna infancia, hasta los rituales de iniciación en los deportes.

Desde que se conoció la noticia del asesinato de Fernando en la puerta de un boliche de Villa Gesell en manos de un grupo de jóvenes rugbiers del Club Zárate, muchos jugadores de este deporte (y otros) comenzaron a divulgar diferentes situaciones de violencia y abusos que han vivido en sus clubes cuando les “dieron la bienvenida”. 

Pegás como una nena

“El deporte es estrictamente masculino y masculinizante y se expresa con cierta idea de cofradía, de club de amigos. En ese club tenemos que conformar y certificar que somos machos, pero de verdad”, afirma Juan Branz, investigador CONICET/IDAES, Docente de la Universidad de La Plata (UNLP) y ex futbolista profesional. Autor del libro “Machos de verdad: Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina.

Branz sostiene que la certificación de macho “es una prueba: se rinde, te aprueban, aprobás, nos aprobamos.” y todo lo que no responda a las lógicas masculinas dominantes se impugna porque se trata de “la exaltación y exhibición de todas nuestras potencias, mandato que nos obliga a los varones a aprender y exhibir lenguajes y prácticas masculinas para garantizar vínculos o lugares.”

Macho se hace no se nace, asesino también. La violencia en los clubes, la pica entre barrios, la rivalidad entre hinchas, todo es parte de un sentido común, una manera de ser y desenvolverse en la sociedad para demostrar a los pares “quien es el más pijudo”, para ser aceptado, para pertenecer. Una manera finalmente, de disputar el poder.

La prevención, junto con la justicia son el accionar urgente para este tipo de delitos donde la saña y la impunidad van de la mano. La Ley de Educación Sexual Integral propone trabajar desde la niñez las relaciones vinculares, reflexionar sobre los estereotipos de género y repensar otros modelos de masculinidad basados en el respeto y el diálogo. 

Te espero en Segurola y Habana

No nos hagamos les boludes, cuando alguien que nos cae simpático le pega a alguien que nos cae mal no dudamos en festejarlo, incluso felicitar y promover este tipo de "resoluciones", y es que la violencia la tenemos naturalizada desde niñes: “Un chirlo no hace mal”, “en mi época si hablabas así te comías un bife”, “mi papá te daba con el cinturón”, hace no muchos años (y todavía hay gente que defiende estas prácticas) la violencia era una herramienta de crianza. Así aprendimos que cuando desacatamos, desobedecemos, cuestionamos o nos resistimos tenemos como consecuencia reacciones violentas por parte de la autoridad. Y también que ésta, es una manera de ejercer justicia. 

No es que quiera un mundo de fantasía donde nadie se putea y todos son amables al estilo Ned Flanders, la violencia es una expresión más de la humanidad, el tema es con quiénes, para qué y en qué medida se expresa, ¿por qué siempre la noticia es la misma?¿Por qué siempre son los más débiles los que la sufren? 

¿Por qué un grupo de pendejos rugbiers elegirían atacar al “negro de mierda”? ¿Por qué es al puto al que lo cachetean en el baño de varones? ¿Por qué es la torta la que termina presa por defenderse? ¿Por qué hubo 250 feminicidios en 2022? ¿Por qué son las travas las que terminan en los calabozos? ¿Por qué todavía no podemos terminar de combatir el abuso en las infancias?

La violencia responde a un orden de las cosas, a un sistema de verticalidad, donde los machos, adultos, heterosexuales, cisgénero, blancos, de clase social acomodada representan la supremacía, y todos los demás, aunque seamos mayoría, intentamos caber, sobrevivir, buscar un lugar y defendernos en su mundo.

Así todo es una osadía, desde salir a bailar hasta conseguir un trabajo bien pago. La interseccionalidad es el concepto que nos ayuda a entender las distintas violencias estructurales que se yuxtaponen cuando queremos analizar en profundidad casos como el de Fernando, o el del pibe que mató la yuta el otro día en el barrio. 

El patriarcado, el adultocentrismo, el racismo no son expresiones que actúen por separado, para empezar a desarmar estos entramados, es necesario el ejercicio de la autocrítica, la militancia activa, la empatía y el compromiso. Ninguno de los ocho pibes que decidieron matar a Fernando tuvo la entereza ni la convicción para oponerse a este ejercicio cotidiano de “cagar a piñas” a alguien.

 

Desde este humilde espacio nos sumamos al pedido de justicia por Fernando y condenamos todo tipo de violencia machista y racista. 



Material consultado para la realización de este artículo.

https://diariofemenino.com.ar/rita-segato-por-que-la-masculinidad-se-transforma-en-violencia/

https://www.infobae.com/politica/2020/01/29/tras-el-crimen-de-los-rugbiers-impulsan-un-proyecto-de-ley-para-que-clubes-bonaerenses-capaciten-contra-la-violencia/

https://www.pagina12.com.ar/209526-el-rugby-y-la-masculinidad-dominante-mucho-macho