Política

Con el voto del pobre

Con el voto del pobre

Me cansó la política, me cansó la campaña. La tensión, el odio, los insultos, la desesperación, el miedo. Me cansó.

Vengo de ponerle el cuerpo a una pandemia, al duelo, a la ansiedad y a la angustia. A varios trabajos en simultáneo, a la inflación y a los problemas estructurales de mi condición. Y ahora me vienen a decir que me van a sacar lo poco que tengo.

A mí, que nací para ser nadie.

A mí que aprendí a leer y escribir porque mi hermana mayor me enseñó.

A mí, que si no fuera por la cooperadora de mi escuela no tendría recuerdos tan felices de mi infancia.

A mí que me contuvo el Centro de Estudiantes y los amigos que hice organizando eventos mientras trabajaba en un salón de fiestas, a los 16 años.
A mí que me dormía en clase porque salía de la escuela para ir a trabajar, volvía de noche y al otro día madrugaba. 
A mí que me egresé con el mejor promedio y entré directo a la universidad pública, mientras trabajaba de cosas que detestaba.

A mí que nadie me regaló nada... bueno tal vez sí. Este país maravilloso y mis 47 millones de compatriotas me regalaron soñar con ser alguien. Alguien con un trabajo estable, un techo y un plato de comida. 

A mí me quieren sacar lo poco que tengo. 

Mi educación, mi trabajo, mi salud, mis derechos, mi posibilidad de expresarme.

¿Qué les hice para que me odien tanto? ¿Qué hice para que me quieran quitar lo poco que tengo? ¿Qué te hicimos Javier? ¿Qué te hicimos Victoria? ¿Qué hicimos para que nos odien? 

Soy alguien que vive del Estado, sí. No tengo empresas, ni propiedades, ni herencias, ni siquiera tengo casa. Necesito del Estado, lo necesité para ir a la primaria, para hacer la secundaria y para terminar la universidad. Lo necesito cuando me enfermo, cuando voy a trabajar, cuando quiero viajar. Lo necesité cuando una pandemia azotó al mundo entero, lo necesité para que vacune a mi viejo y no quedar completamente huérfana. 

Le debo al Estado lo que soy y lo voy a defender siempre. Porque tal vez nos denigren hasta hacernos creer que no importamos, que no somos nadie. Pero mientras haya algo de humanidad en la gente, quienes odian no van a lograr imponer su toxicidad. 

Por acá hablamos de ternura, cuando el diferente nos interpela con su realidad y su historia de vida. Acá escuchamos y respetamos lo que no padecimos y de lo que no entendemos. Acá no damos lecciones de vida, aprendemos a vivir en comunidad, nos fumamos las diferencias y discutimos apasionadamente con cervezas, vinos y fernets en las manos. Resolvemos los problemas con unas cumbias y exorcizamos los miedos sacudiendo el cuerpo con poca vergüenza pero mucho flow.

Acá amamos la vida porque sabemos que el disfrute es en los ratos libres, y casi ni los tenemos. Vivir nos cuesta y no sabemos hacer otra cosa que agarrar la pala. Nos dicen vagos porque siempre estamos ansiando el descanso. Aunque lo usamos para pensar cómo llegar a fin de mes. Emprendemos cuando no alcanza, y le compramos a la doña para darle una mano.

Por estos pagos tenemos códigos, cuando se puede, se ayuda. Porque sabemos que mañana la podemos necesitar nosotros. Nunca se escupe para arriba, y las cosas se dicen en la cara.

Tal vez no lo entiendan los de los barrios del Norte, tal vez les asuste nuestra tintura mal hecha o nuestra ropa de feria americana. Pero somos parte de la misma patria. Y aunque quieran sacarnos lo poco que tenemos, nos necesitan para que los votemos.

 

Imagen portada:Denise Belluzzo